Después de años asesorando familias en España, he observado patrones repetitivos en los errores financieros más comunes. No se trata de falta de conocimiento, sino de hábitos arraigados que sabotean nuestros mejores propósitos.
El primer error, y quizás el más costoso, es no diferenciar entre gastos necesarios y deseados. Muchas familias justifican compras impulsivas como "necesidades básicas" cuando en realidad son caprichos disfrazados. Esta confusión mental puede drenar cientos de euros mensuales sin que seamos conscientes.
Otro aspecto crucial es la falta de comunicación financiera en pareja. He visto cómo matrimonios con décadas de convivencia descubren deudas ocultas o gastos secretos que terminan destruyendo no solo su estabilidad económica, sino también su relación. La transparencia financiera debe ser tan importante como cualquier otra forma de honestidad en una relación.
La planificación a largo plazo es otro punto débil. Vivimos tan enfocados en el presente que posponemos decisiones importantes como el ahorro para la jubilación o la educación de los hijos. Esta miopía financiera nos cuesta mucho más caro de lo que imaginamos.